Comentario
En que se da relación de lo que hay desde Popayán a la ciudad de Pasto, y quién fue el fundador della, y lo que hay que decir de los naturales sus comarcanos
Desde la ciudad de Popayán hasta la villa de Pasto hay cuarenta leguas de camino, y pueblos que tengo escripto. Salidos dellos, por el mismo camino de Pasto se allega a un pueblo que en los tiempos antiguos fue grande y muy poblado, y cuando los españoles lo descubrieron asimismo lo era, y agora en el tiempo presente todavía tiene muchos indios. El valle de Patia, por donde pasa el río que dije, se hace muy estrecho en este pueblo, y los indios toda su población la tienen de la banda del poniente en grandes y muy altas barrancas. Llaman a este pueblo los españoles el pueblo de la sal. Son muy ricos, y han dado grandes tributos de fino oro a los señores que han tenido sobre ellos encomienda. En sus armas, traje y costumbres conforman con los de atrás, salvo que éstos no comen carne humana como ellos y son de alguna más razón. Tienen. muchas y muy olorosas piñas, y contratan con la provincia de Chapanchita y con otras a ella comarcanas. Más adelante de este pueblo está la provincia de los Masteles, que terná o tenía más de cuatro mil indios de guerra. Junto con ella está la provincia de los Abades y los pueblos de Isancal y Pangan y Zacuanpus, y el que llaman los Chorros del Agua, y Pichilimbuy, y también están Tuyles y Angayan, y Pagual y Chuchaldo, y otros caciques y algunos pueblos. La tierra adentro, más hacia el poniente, hay gran noticia de mucho poblado y ricas minas y mucha gente que allega hasta la mar del Sur. También son comarcanos con estos otros pueblos, cuyos nombres son Ascual, Mallama, Tucurres, Zapuys, Iles, Gualmatal, Funes, Chapal, Males y Piales, Pupiales, Turca, Cumba. Todos estos pueblos y caciques tenían y tienen por nombre Pastos, y por ellos tomó el nombre la villa de Pasto, que quiere decir población hecha en tierra de pasto. También comarcan con estos pueblos y indios de los Pastos otros indios y naciones a quien llaman los quillacingas, y tienen sus pueblos hacia la parte del oriente, muy poblados. Los nombres de los más principales dellos contaré, como tengo de costumbre, y nómbranse Mocondino y Berjendino, Buyzaco, Guajanzangua y Mocoxonduque, Guacuanquer y Macaxamata. Y más al oriente está otra provincia algo grande, muy fértil, que tiene por nombre Cibundoy. También hay otro pueblo que se llama Pastoco, y otro que está junto a una laguna que está en la cumbre de la montaña y más alta sierra de aquellas cordilleras, de agua frigidísima, porque con ser tan larga que tiene más de ocho leguas en largo y más de cuatro en ancho, no se cría ni hay en ella ningún pescado ni ninguno ni arboledas. Otra laguna hay cerca desta, de su misma natura. Más adelante se parecen grandes montañas y muy largas, y los españoles no saben lo que hay de la otra parte dellas.
Otros pueblos y señores hay en los términos desta villa, que, por ser cosa superflua, no los nombro, pues tengo contado los principales. Y concluyendo con esta villa de Pasto, digo que tiene más indios naturales subjetos a sí que ninguna ciudad ni villa de toda la gobernación de Popayán, y más que Quito y otros pueblos del Perú. Y cierto, sin los muchos naturales que hay, antiguamente debió de ser muy más poblada, porque es cosa admirable de ver que, con tener grandes términos de muchas vegas y riberas de ríos, y sierras y altas montañas, no se andará por parte (aunque más fragosa y dificultosa sea) que no se vea y parezca haber sido poblada y labrada del tiempo que digo. Y aun cuando los españoles los conquistaron y descubrieron había gran número de gente. Las costumbres destos indios quillacingas ni pastos no conforman unos con otros, porque los pastos no comen carne humana cuando pelean con los españoles o con ellos mismos. Las armas que tienen son piedras en las manos y palos a manera de cayados, y algunos tienen lanzas mal hechas y pocas; es gente de poco ánimo. Los indios de lustre y principales se tratan algo bien; la demás gente son de ruines cataduras y peores gestos, así ellos como sus mujeres, y muy sucios todos; gente simple y de poca malicia. Y así ellos como todos los demás que se han pasado son tan poco asquerosos, que cuando se expulgan se comen los piojos como si fuesen piñones, y los vasos en que comen y ollas donde guisan sus manjares no están mucho tiempo en los lavar y limpiar. No tienen creencia ni se les han visto ídolos, salvo que ellos creen que después de muertos han de tornar a vivir en otras partes alegres y muy deleitosas para ellos. Hay cosas tan secretas entre estas naciones de las Indias que sólo Dios las alcanza. Su traje es que andan las mujeres vestidas con una manta angosta a manera de costal, en que se cubren de los pechos hasta la rodilla; y otra manta pequeña encima, que viene a caer sobre la larga, y todas las más son hechas de hierbas y de cortezas de árboles, y algunas de algodón. Los indios se cubren con una manta asimismo larga, que terná tres o cuatro varas, con la cual se dan una vuelta por la cintura y otra por la garganta, y echan el ramal que sobra por encima de la cabeza, y en las partes deshonestas traen maures pequeños. Los quillacingas también se ponen maures para cubrir sus vergüenzas, como los pastos, y luego se ponen una manta de algodón cosida, ancha y abierta por los lados. Las mujeres traen unas mantas pequeñas, con que también se cubren, y otra encima que les cubre las espaldas y les cae sobre los pechos, y junto al pescuezo dan ciertos puntos en ella. Los quillacingas hablan con el demonio; no tienen templo ni creencia. Cuando se mueren hacen las sepulturas grandes y muy hondas; dentro dellas meten su haber, que no es mucho. Y si son señores principales les echan dentro con ellos algunas de sus mujeres y otras indias de servicio. Y hay entre ellos una costumbre, la cual es (según a mí me informaron) que si muere alguno de los principales dellos, los comarcanos que están a la deronda cada uno da al que ya es muerto, de sus indios y mujeres dos o tres, y llévanlos donde está hecha la sepultura, y junto a ella les dan mucho vino hecho de maíz; tanto, que los embriagan; y viéndolos sin sentido, los meten en las sepulturas para que tenga compañía el muerto. De manera que ninguno de aquellos bárbaros muere que no lleve de veinte personas arriba en su compañía; y sin esta gente, meten en las sepulturas muchos cántaros de su vino o brebaje y otras comidas. Yo procuré, cuando pasé por la tierra destos indios, saber lo que digo con gran diligencia, inquiriendo en ello todo lo que pude, y pregunté por qué tenían tan mala costumbre que, sin las indias suyas que enterraban con ellos, buscaban más de las de sus vecinos; y alcancé que el demonio les aparece (según ellos dicen) espantable y temeroso, y les hace entender que han de tornar a resuscitar en un gran reino que él tiene aparejado para ellos, y para ir con más autoridad echan los indios y indias en las sepulturas. Y por otros engaños deste maldito, enemigo caen en otros pecados. Dios Nuestro Señor sabe por qué permite que el demonio hable a estas gentes y haya tenido sobre ellos tan gran poder y que por sus dichos estén tan engañados. Aunque ya su divina majestad alza su ira dellos; y aborresciendo al demonio, muchos dellos se allegan a seguir nuestra sagrada religión. Las pastos, algunos hablan con el demonio. Cuando los señores se mueren también les hacen la honra a ellos posible, llorándolos muchos días y metiendo en las sepulturas lo que de otros tengo dicho. En todos los términos destos pastos se da poco maíz, y hay grandes criaderos para ganados, especialmente para puercos, porque éstos se crían en gran cantidad. Dase en aquella tierra mucha cebada y papas xiquimas, y hay muy sabrosas granadillas, y otras frutas de las que atrás tengo contado. En los quillacingas se da mucho maíz y tienen las frutas que estotros; salvo los naturales de la laguna, que éstos ni tienen árboles ni siembran en aquella parte maíz, por ser tan fría la tierra como he dicho. Estos quillacingas son dispuestos y belicosos, algo indómitos. Hay grandes ríos, todos de agua muy singular, y se cree que ternán oro en abundancia algunos dellos. Un río destos está entre Popayán y Pasto, que se llama río Caliente. En tiempo de invierno es peligroso y trabajoso de pasar. Tienen maromas gruesas para pasarlo los que van de una parte a otra. Lleva la más excelente agua que yo he visto en las Indias, ni aun en España. Pasado este río, para ir a la villa de Pasto hay una sierra que tiene de subida grandes tres leguas. Hasta este río duró el grande alcance que Gonzalo Pizarro y sus secuaces dieron al visorrey Blasco Núñez Vela, el cual se tratará adelante en las cuarta parte desta crónica, que es donde escribo las guerras civiles, donde se verán sucesos grandes que en ellas hubo.